Hola, somos Agustín y Marta. Dos hermanos con un proyecto en común.
Mi hermano, Agustín, siempre ha trabajado en el campo. De pequeñito lo que más le gustaba era acompañar a mi padre y trastear con los aperos agrícolas, jugar con los animales que él criaba,… Nuestro padre es de un pueblecito de Soria. Además de ser un emprendedor nato, se ha dedicado toda su vida a la agricultura y ganadería. Digamos que Agustín se ha criado con él en el campo. Siempre tuvo claro que se quería dedicar a ello, y así ha sido.
Yo soy economista y, aunque también tuve la suerte de crecer entre campos de cereales, opté por dejar el nido y volar a mi aire. Madrid, Londres, París, Köln,… fueron algunos de los lugares donde estudié y trabajé durante varios años. Durante este periodo me di cuenta que mi pasión, más que los números, era la comunicación. Poder expresar conceptos solo con imágenes, símbolos, diseños, materiales,… me fascinaba. Así que cambié el rumbo y me dediqué profesionalmente al mundo de la publicidad durante varios años.
Agustín seguía feliz en el campo. Con sus cultivos, su naturaleza, sus animales,… innovando en procesos, plantaciones y técnicas de cultivo, buscando siempre la mejora constante, la diversificación y la calidad de sus productos.
Estando ya en Soria, un día Agustín me planteó poner un viñedo. Al principio me sorprendió la idea y, aunque la viña siempre había estado presente en nuestra finca, me pareció una locura… ¡A a estas alturas un viñedo! Bueno pues resultó que sí. De las locuras surgen los mejores proyectos y con la madurez las mejores decisiones.
Agustín me explicó que no sería un viñedo cualquiera. Que íbamos a recuperar justo la Parcela en la que antaño, hace más de 500 años, era la única en la zona que tenía viñas y con la que abastecían a todo el Condado ubicado en Zayas de Báscones y zonas colindantes. Agustín me dijo:
Marta, si nuestros antepasados, con toda la sabiduría que da el tiempo y la experiencia, eligieron y confiaron en esta Parcela para plantar viñas, confía que todo saldrá bien
Eso me convenció. Recogiendo el «savoir faire» y la experiencia de nuestros ancestros, estaba claro que apostábamos por lo seguro. Y aunque era un proyecto arriesgado, resultaba a la vez apasionante y retador.
Con el tiempo me di cuenta además, que estaba en nuestras manos recuperar la historia, la tradición y la gran cultura vitivinícola de esta zona, olvidada completamente. Eso me enamoró. Y dije «SÍ«.
A los dos años, nuestro viñedo crecía feliz, sano y vigoroso. Mi hermano contento de estar haciendo realidad su sueño de recuperar el viñedo. Yo feliz de estar recuperando no solo la historia y cultura de antaño, sino que a su vez, estábamos poniendo nuestro granito de arena para la conservación del entorno natural que nos rodea!! Uauuu, me fascinó la idea de poder colaborar con nuestra actividad al freno del calentamiento del planeta: la recuperación del viñedo ha supuesto la creación de manera natural de un sumidero de CO2, es decir, nuestras viñitas, se encargan de captar por sí solas las partículas contaminantes del ambiente y las transforman contribuyendo a generar un entorno más saludable y frenar el cambio climático.
¿¡Qué más se puede pedir!?
¿Quieres saber cómo sigue nuestra historia?… sigue leyendo en el siguiente post o pincha AQUÍ para la PARTE II 😉