Estar en una de las zonas de la provincia e incluso de España de mayor riqueza cultural vitivinícola genera una obligación de la que no podemos mirar para otro lado.
Recuperar la historia, la tradición, la autenticidad de una de las zonas más aisladas de la península es algo que nos ha acompañado desde que comenzamos este proyecto.
Poder mostrar al mundo lo que antaño aconteció en esta zona. Lo que nuestros antepasados vivieron, de dónde venimos, por qué estamos aquí y somos como somos… Nuestra cultura, nuestras raíces, tradiciones, formas de pensar y de actuar,…
¿Por qué de Soria capital al Temeroso apenas hay rastro vitícola mientras que pasado el puerto la riqueza cultural vinícola se hace presente y toma cada vez más relevancia a medida que nos adentramos en la España más vaciada de todo el país?
¿Es la Ribera del Duero lo que da sentido a esta trayectoria? ¿Es el aislamiento más absoluto de las zonas más recónditas lo que les llevaba a darse al vino?
Se me hacen presentes las palabras de mi madre cada vez que recuerda cómo fue venir a esta zona tan remota, hace más de 40 años atrás:
«Marta, yo siendo de Soria y habiendo recorrido tanto mundo con tu padre, nunca en mi vida había visto a mujeres tan auténticas como las que vi cuando vinimos por primera vez aquí. Parecía que nos íbamos al fin del mundo, no daba crédito a lo que iba descubriendo según avanzábamos hacia Zayas de Báscones».
Recuperar este ultramundo repleto de historia y cultura viva, que nos saque por un rato de nuestra locura del día a día, que nos haga parar, que nos invite a pensar, a transportarnos en el tiempo. A desconectar para volver más conectados. A saber de dónde venimos, para tener claro dónde podemos ir y llegar.
Y compartirlo con el resto del mundo. Esa es nuestra misión.