Solo las llamas incandescentes de un devastador incendio pudo terminar, hace más de cien años, con el esplendor de este lugar y los sueños vinícolas de un noble francés. Solo la ilusión y el amor incondicional por esta tierra de dos hermanos criados en ella, han podido recuperarla.

Historia, valores, cultura y esencia en cada copa DE POSTÍN®. Sigue leyendo si quieres conocerla:

El origen de Parcela 29 y su viñedo se remonta a la Edad Media.

Nos remontamos más de 400 años atrás, para encontrar una curiosa historia sobre la vida, la tierra, su naturaleza y su gente. Todo comenzó en Parcela 29 del que fué el «Señorío de Zayas de Báscones» (Soria).


En 1885, el conde Armand de Villiers, un noble francés cuya familia llevaba siglos cultivando viñas en la región de Burdeos, vio cómo la filoxera devastaba sus vides y convertía sus sueños en cenizas. Ante semejante panorama, emprendió un viaje desesperado hacia el sur. Atravesando montañas y valles, llegó a un rincón olvidado de la España vaciada, una región a gran altitud, fría y despoblada donde nunca antes se había cultivado la vid.

Allí, en una zona cercana al nacimiento del Río Duero, entre colinas pedregosas, clima extremo y un sol implacable, encontró una parcela muy especial. Su altitud, pendiente y la fuerza de la tierra fue la combinación perfecta para que Armand decidiese plantar, justo ahí, en Parcela 29, sus vides.

Los campesinos locales, al principio recelosos, acabaron uniéndose a su esfuerzo, aprendiendo de sus técnicas francesas más innovadoras y combinándolas con la cultura vinícola y los conocimientos ancestrales de la región. Contra todo pronóstico, las viñas prosperaron, y el vino que produjeron no solo capturó el carácter de esta tierra tan especial, sino que también reflejó la resiliencia de quienes lo hicieron posible.

Con el tiempo, el vino se convirtió en un éxito no sólo nacional, sino también internacional; nobles y reyes de todo Europa lo conocían y demandaban cada vez más, llevando el nombre de la pequeña región, Zayas de Báscones, al mundo entero. Se construyeron bodegas subterráneas alrededor del viñedo, un enorme lagar, además de aperos para trabajar la tierra y carros para transportar las barricas de vino. Tal era la riqueza generada por el viñedo, que al noble francés le fue otorgado el dominio del viñedo y las tierras colindantes y la categoría de «Señorío» a la finca de Zayas de Báscones.

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Todo fluía en el «Señorío de Zayas de Báscones», hasta que una fatídica noche de agosto, un gran incendio provocado por el rayo de una tormenta de verano, arrasó con todo. Poco pudo salvarse, hasta el palacio del noble, enseres y demás, quedaron reducidos a cenizas.

Aunque las tierras fueron abandonadas y los sueños del «Señorío» parecían evaporarse tras el incendio, la historia no terminó allí. Nadie podía imaginarse que las cenizas de esa tierra se convertirían en abono para que, más de doscientos años después, esa misma tierra volviese a resurgir, con más fuerza y ganas todavía cuando dos hermanos, Agustín y Marta, decidieron recuperar el viñedo centenario y todo su esplendor de antaño.

Criados en esa tierra desde niños, los dos hermanos crecieron felices ajenos a su suerte. Rodeados de naturaleza, entre campos de cereales y rebaños de animales, jugaban libres en la tierra que antaño tanto reconocimiento y valor había tenido.

Ellos acompañaban a su padre que trabajaba esas tierras y cuidaba las ovejas del antiguo Señorío de Zayas de Báscones, ahora denominado «Coto Redondo».

Fue, una vez que crecieron y cogieron el relevo para el cuidado de las tierras, cuando se plantearon rescatar la esencia del legado del antiguo viñedo. Lo ubicaron en la misma parcela que el noble francés había elegido antaño: Parcela 29 del Señorío de Zayas de Báscones, creando una nueva generación de Vinos de la Ribera del Duero, Vinos De Postín®, que, como su creador original, nacieron de la adversidad para conquistar el mundo.

Por eso, la etiqueta de nuestros vinos, lleva impreso el sello de la Parcela, un símbolo del espíritu indomable de quienes nunca dejan de creer en la tierra y en su esencia que perdura durante generaciones.

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